Mi inicio en la Industria de Superyates de Lujo
Después de años deseando y preparándome para trabajar en la industria de yates, llegó la hora de dar ese gran salto y embarcarme en esta fascinante y enriquecedora experiencia. Aquí les comparto cómo conseguí mi primer trabajo en un superyate: una historia de esfuerzo, perseverancia y un poco de suerte.
Tras finalizar 8 meses de contrato con el crucero Virgin Voyages, regresé a Argentina con un objetivo claro: prepararme y planear mi viaje a Europa para buscar trabajo en yates. “¿Pero cómo te arriesgas a ir sin una oferta de trabajo?” “¿No crees que estás un poco grande para trabajar en yates?” eran algunas de las preguntas que rondaban mi cabeza. Sin embargo, estaba decidida a intentarlo. No quería pasar el resto de mi vida preguntándome: ¿Qué hubiera sido de mí si…?
Sabía que Palma de Mallorca era el puerto estrella para los yates, así que apunté allí. A través de Couchsurfing, encontré un host frente a la marina, una ubicación estratégica y privilegiada que me permitió estar en el corazón de las oportunidades.
Persevera y triunfarás
Mi búsqueda fué muy frustrante, el acceso a las marinas estaba restringido para hacer dockwalking, Enviaba decenas de aplicaciones por día en yotspot sin obtener ninguna respuesta, además la mayoría de los barcos eran de bandera europea y pedían visa schengen o pasaporte UE, experiencia previa en yates, y algunos tripulantes me decían que era tarde, que la temporada había comenzado hacía un mes y estaban todas las tripulaciones completas. Ante ese desalentador panorama, resolví poner una fecha límite de prueba y mientras tanto disfrutar de la ciudad como si fueran mis vacaciones… Un día, estando en la playa recibo un llamado ofreciéndome un daywork para limpiar un superyate tras una tormenta de arena conocida como “La Calima”. Me pagaron 150 euros el día y experimenté por primera vez la satisfacción de subir a un superyate.
Port Adriano
El Momento Clave
Ya se acercaba mi fecha límite para continuar con mi plan B, que era recorrer la Costa Azul, pero Tomy, mi host, insistía en que debía quedarme para la celebración de Sant Joan el 23 de junio. Este evento incluye un espectáculo de fuegos artificiales, música, bailes y rituales que, por cierto, me fascinó.
“La suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad“
A la mañana siguiente de la celebración, recibí un mensaje por Facebook del capitán pidiéndome que le enviara mi CV e inmediatamente me llamó para una entrevista. Esa misma tarde me confirmó que el trabajo era mío y me preguntó si podía embarcarme a las 20:00. Yo gritaba de la emoción mientras Tomy me hacía gestos para que me calmara. Cuando corté, me dijo que no debía haber demostrado tanto entusiasmo porque me restaba seriedad, mucho menos en esta industria. Sin embargo, tras conocer al capitán, creo que fue justamente esa autenticidad y humor lo que generó una buena conexión y que me ganara su confianza, además, expresé la voluntad de trabajar y motivación que él estaba buscando.
Cuando me siento exaltada, mi capacidad de escucha desaparece por completo. Durante una llamada telefónica, me explicaron detalles sobre el barco y las tareas, pero en ese momento no procesé nada; solo repetía emocionada: “¡Sí, sí, sí, quiero!”. Una vez a bordo que descubrí que había aceptado un puesto como marinera en un superyate de 37 metros, que además operaba como charter. Estas oportunidades suelen estar reservadas para tripulantes con varios años de experiencia, pero resultó que la deckhand había renunciado en medio de un charter, necesitaban un reemplazo urgente y yo estaba disponible en el momento y lugar adecuado.
– ¿Cómo fue el casting contigo?”, preguntó bromeando Caro, mi compañera.
– ¿Qué casting? ¿Creés que hubiera pasado un casting con estos?” dije, señalando en tono divertido a mis compañeros. “Ni modo, era lo que había ¡Era yo o nada!”, rematé entre risas.
Mi Rutina como Deckstew
En el barco yo era un comodín: ayudaba en todas las áreas, tanto en el exterior como en el interior. Mis jornadas comenzaban a las 4 de la madrugada, lavando y secando el barco para eliminar la sal, limpiando las ventanas y cuidando hasta el más mínimo detalle para dejar el deck impecable. También durante la madrugada debía bajar bebidas del flybridge y reponer el refrigerador.
Luego, asistía en el montaje y decoración de la mesa para el desayuno, y mientras los huéspedes comían, adelantaba la limpieza de las cabinas. Al mediodía almorzaba y tenía un descanso de dos horas, para después continuar con una variedad de tareas:
- Ayudaba con las maniobras de atraque en los puertos y el anclaje.
- Retiraba la basura y mantenía el exterior en orden, aspirando, recogiendo vasos y toallas, manteniendo las barandas de acero inoxidable y los vidrios libres de huellas.
- Lavaba y almacenaba la vajilla tras cada servicio.
- Colaboraba en la lavandería, planchando y doblando servilletas y uniformes.
- Asistía durante embarques y desembarques de pasajeros y sus equipajes
- Cubría a mis compañeros durante sus descansos, asistiendo en el garage y ayudando a los huéspedes con las actividades acuáticas.
Mis jornadas concluían alrededor de las 20:00 horas, cuando finalmente me iba a dormir. Sin embargo, las horas y la “rutina” solían variar dependiendo de la dinámica de los huéspedes y las necesidades del momento.
Lo que más disfruté trabajando en un yate
Una de las mayores ventajas de este trabajo es la posibilidad de ahorrar, ya que vives a bordo sin gastos de alquiler, transporte ni comida. Los ingresos son generosos y, en el caso de los charters, las propinas son un extra considerable. Además, la comida preparada por un chef es otro lujo que nos permitimos: probar los mismos platos y bebidas reservados para millonarios fue un privilegio que nunca olvidaré.
“El mar, una vez que lanza su hechizo, nos retiene en su red de maravillas para siempre“
– Jacques Yves Cousteau
Mi primer llegada a la marina de Ibiza fue impactante. Había una multitud de turistas observándonos mientras atracábamos; probablemente esperaban ver a alguna celebridad a bordo. De cualquier forma, despertábamos mucha curiosidad. Estar del otro lado de esa escena, siendo parte de la tripulación, era una experiencia un tanto surrealista.
Sin embargo todos esos privilegios y el dinero no eran mi principal motivación; realmente disfrutaba mi trabajo. Me encantaba lavar el barco en la tranquilidad y soledad de la noche; decorar la mesa me permitía expresar mi creatividad, y si durante el día necesitaba un momento de calma, lo encontraba planchando o limpiando el interior.
Las tareas de marinera fueron un verdadero desafío y novedad para mí: tuve que aprender a amarrar, dominar nudos, poner a prueba mi audacia y destreza física saltando del tender al barco o al muelle, y enfrentar maniobras riesgosas bajo condiciones climáticas extremas.
Además, fui muy afortunada de tener un capitán maravilloso, con un gran sentido del humor. Me enseñó muchísimo, tuvo paciencia conmigo, me alentó a superarme y a hacer cosas que jamás habría imaginado.
El ¨Lado B¨ de mi experiencia
Ser marinero es una labor físicamente exigente, especialmente para un equipo de solo seis tripulantes, debíamos estar disponibles prácticamente todo el tiempo, trabajando entre 14 y 16 horas diarias. No realizas descansos cuando lo pide tu cuerpo, sino cuando lo dispone el capitan y en horarios de menos demanda. Esa fué la parte mas difícil para mi, con horarios inusuales y cambios permanentes me costaba conciliar el sueño, no descansaba bien.
Vivir en un espacio reducido también es desafiante. Las cabinas son compartidas, pequeñas, y la privacidad es casi inexistente. La convivencia puede volverse complicada, especialmente si hay un tripulante conflictivo. En mi caso, me tocó lidiar con una ¨superior stew¨ sumamente difícil, con un temperamento insoportable, lo que hacía que trabajar bajo sus órdenes fuese un verdadero reto, varias stew renunciaron por ella y encontrar reemplazo en medio de un charter era muy complicado. Por lo tanto, me tocaba trabajar más en interior para cubrir esos vacíos, sin descuidar mis responsabilidades en exterior. No sé cómo logré mantener una actitud sumisa y obediente —muy apreciada en esta industria— sin contestar a sus desplantes, aunque por dentro deseaba mandarla a la … Estas situaciones me generaban sobrecarga, malestar y mucho estrés.
Todos compartíamos el odio y tramábamos pequeñas travesuras como venganza que nos mantenían animados y unidos, al terminar los charters nos pudimos dar el gusto de mandarla a donde merece estar… Recuerdo haber visto capítulos de “Below Deck” y pensar: “¡Qué exagerados! ¿Cómo puede haber tanto drama?” Pero la realidad, a veces, supera la ficción.
Un Aprendizaje para Toda la Vida
Trabajar a bordo de un superyate fue una experiencia transformadora, llena de momentos inolvidables disfrutando de la belleza del mar desde una perspectiva privilegiada. Descubrí un estilo de vida que combina aventura, adaptación constante y desafíos únicos.
Es muy difícil volver a tu vida austera después de formar parte de un ambiente exclusivo donde el lujo es el pan de cada día. me mantuvo activa y motivada, y estoy ansiosa por volver a embarcarme.
“Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta las amarras de proa. Navega lejos del puerto seguro. Atrapa los vientos alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre”
– Mark Twain